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El azafrán

El azafrán

Las flores también son muy adecuadas para la confección de bebidas. Un buen menú florar puede comenzar con un clásico ponche elaborado con oporto dulce, brandy y aguardiente de frutos rojos al que se le añade y sin agitar, un buen cava brut ligeramente azucarado, por último los pétalos con los que lo queramos aromatizar. Esta bebida es la ideal para comenzar con las ensaladas de flores y hierbas y para el resto de platos fríos.

Esta sería una versión más actual del uso gastronómico de las flores. La incorporación de técnicas y nuevos productos, como lo fueron las especias exóticas, llegaron a Occidente de la mano de la cultura andalusí. Fueron los xarab de donde proviene la palabra jarabe, el más claro exponente de la utilización de las flores. El xarab era y es, un cóctel de frutas que incluye especias, flores y hierbas del más diverso perfume y sabor. El conocido sorbete también lo heredaríamos del árabe sherbet, en los largos y calurosos veranos de Al-Ándalus, se mitigaban los rigores del sol con esencias de flores y frutos, mezclados con agua fría o con hielo.

Pero la flor por antonomasia en la gastronomía española es el azafrán. La rosa del crocus sativus se recolecta en noviembre, tras romper el letargo estival, florece y toma color cuando llega la fiesta de todos los Santos. A partir de su recolección y procesado, se puede disfrutar de ella durante todo el año.

La rosa del azafrán, consta de seis pétalos de color violáceo y tres estigmas anaranjados que, una vez desecados, es lo que recibe el nombre de azafrán. La cocina española no sería lo mismo sin él. Los arroces, las sopas y salsas se condimentan a menudo con éstas hebras extraídas de su flor.

La costumbre de cultivar azafrán en España se pierde en la noche de los tiempos. Su procedencia parece que se sitúa al oriente del Mediterráneo, de hecho, el nombre por el que lo conocemos procede del árabe, aunque también parece, que el azafrán ya se conocía y utilizaba en la España romana y visigoda, siglos antes de la llegada del Islam a la península ibérica.

El azafrán es muy apreciado y siempre fue así. El hecho de necesitarse doscientas mil flores para obtener un kilo de azafrán, lo convierte en la más cara de las flores en la cocina. En el siglo XIII su precio llegó a ser más alto que el del oro, obviamente, los gobernantes de aquella época intervinieron activamente en su comercio y promulgaron durísimas leyes encaminadas a frenar el fraude y controlar su consumo.

El uso de las flores es una tendencia culinaria que se recupera y crece. La posibilidades son casi infinitas y depende mucho de la imaginación. Las ensaladas de pétalos de crisantemo o de magnolia, flores de jazmín y de hibisco son ideales como guarnición de las aves y los pescados. Las muy accesibles flores de menta, tomillo o el sin par cebollino, combinarán maravillosamente con platos de pescado. Hay también en el mercado europeo, mantequillas condimentadas con pétalos de flor de azahar, limonero o jazmín. Un dato muy a tener en cuenta es que el vinagre las estropea, de modo que habrá que ser precavido en las ensaladas. Rescatado de antiguas tradiciones, el uso culinario de las flores se ha ido consolidando en todo el mundo, cada variedad aporta matices de frescura y sabores inusuales dando al tiempo un color que ningún otro componente es incapaz de ofrecer.