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Jamón, jamón

Jamón, jamón

No pude resistir la tentación de ponerle por nombre a este opúsculo el de una afamada película española y en la que aparte del jamón, tan solo se salvaba la interpretación del protagonista masculino, que la emprendía a jamonazos.

¡Qué podemos decir del jamón que nadie sepa en ésta celtiberia!

En casi todos los rincones de su geografía se curan jamones, bien sabemos que hace falta frío y poca humedad paro a falta de ello se instalan secaderos industriales y a falta de cerdos ibéricos, pues buenos son los húngaros o los de Flandes y si no los de la meseta del Altai. ¡Ojo al jamón chino que al igual que el vino está al caer!

Bueno, ya sabes, jamón en tacos, lonchas de jamón entrepán, virutitas de jamón de bellota, en tortilla, con el queso manchego , hasta en la sopa y el…

También hay un gran jamón que vino del espacio exterior y que por nuestra ignorancia se confundió con otros preparados cárnicos del cerdo que no lo igualan ni en calidad ni en buqué, si, estamos hablando del jamón de York.

Los ingredientes principales para su elaboración son los propios cuartos traseros del cerdo, o sea sus jamones, el agua para su cocimiento y el inyectado en la arteria principal del jamón, de una salmuera compuesta por sal y azúcar para su conservación y acabado final. Hay muchos preparados que imitan al auténtico jamón de York, que reconoceremos por su aspecto desigual al corte, esto es, se reconocerán las vetas naturales de grasa, los diversos matices de color de la carne de sus músculos. Tras consumirlo, y si nos ha sobrado algo, tomaremos siempre la precaución de envolverlo cuidadosamente y conservarlo en el frigorífico, a partir del quinto día empezará a perder cualidades. En la mesa, el jamón de York, se prepara de manera sencilla, en sándwiches calientes con queso fundido o simplemente en bocadillo. También nos puede ofrecer otras posibilidades culinarias, siempre que lo combinemos con otros alimentos suaves que no enmascaren su delicado sabor y textura.